Aventura Warhammer Quest «Apagad las llamas»

«¡Bienvenidos, pasad! Tomad una fría pinta de Bugman y sentaos a la mesa con nosotros, justo estaba a punto de comenzar una historia. ¿Os he contado alguna vez el viaje de Bardin a Karak-Vlag? Ese viejo enano siempre ha sido terco como una maldita mula.» -Dijo el tabernero y señaló a los recién llegados para que se sentasen en su misma mesa. «No sé si lo sabíais, pero El Señor Enano de Zhufbar desciende de los mismísimos señores de Karak-Vlag. Fue él en persona quien encomendó esta misión a Bardin, o al menos eso mismo proclamaba él a quien estuviese dispuesto a escucharle aquí mismo, en la taberna…»

El tabernero

Resumen de la aventura:

Bajo el perdido reino de Karak-Vlag, los fuegos de las antiguas forjas todavía arden, pero ahora las energías mágicas de las llamas son utilizadas por malignas criaturas para crear armas caóticas y malditas. Las forjas deben ser apagadas antes de que sus nuevos poseedores aprendan a manufacturar armas de mayor poder.

El señor Enanos de Zhufbar es el anfitrión de los descendientes de los Señores de Karak-Vlag, y comparte sus temores. Aunque la extinción de las llamas parece una acción inaudita para un Enano, es la única opción para impedir un mal aún mayor.

Los exiliados señores de Karak-Vlag saben que sólo el primer objeto forjado en los fuegos mágicos -un anillo- puede extinguir las llamas. Puesto que el anillo es un antiguo tesoro Enano, debe ser lanzado al abismo por un Enano. Si el Enano muere, los Aventureros habrán fracasado.

Los Aventureros deben derrotar en primer lugar a los guardianes del Abismo de Fuego, ya que solo entonces podrá el Enano arrojar el anillo a las profundidades. El anillo en cuestión está colocado en una de las garras de la estatua de dragón que decora la estancia del abismo de fuego.


Introducción:

El tabernero dio un largo trago a su Bugman, y con su espeso bigote lleno de espuma carraspeó para aclararse la garganta. «Fueron muchos días de viaje, pues la antigua fortaleza de Karak-Vlag se encuentra muy lejos al norte, cerca del paso de Belyevorota, junto a Kislev. Solo un loco se atrevería a vagar tan al norte, pues solo la muerte aguarda en aquellos parajes. Sea como fuere, esto es lo que pasó… «- Dijo el tabernero, impostando claramente una voz grave para dar épica a su relato…

Aquel día Bardin Hammerson estaba esperanzado, era su pueblo el que había creado la fuente de poder en forma de forja enana y su pueblo era el que debía acabar con ella. No le costó encontrar compañeros de viaje, pues sabía que no había mejor lugar que una buena taberna para encontrar a 3 locos dispuestos a acompañarle, y en cuanto a tabernas, ninguna superaba la variopinta clientela de «El jabalí pisador».

Bardin había logrado convencer al hechicero Chándalf, que hacía mucho que intercambiaba sus poderes a cambio de una buena pinta, también convenció a Kragan, un renegado bárbaro Norse dispuesto a conseguir una bolsa de oro rebanando cabezas de cualquier tipo, y a Galaheria, una elfa exploradora de los bosques de Athel Loren con una sed infinita por vivir nuevas aventuras.

Habían decidido acceder a Karak-Vlag por la entrada del este, pues los enanos de Zhufbar habían asegurado que era la menos peligrosa y la más directa para llegar a la forja. Bardin no tenía ningún motivo para no creerles, así pues se dirigieron al interior de la mazmorra a través de una estrecha rendija.

Como a todo buen Enano, a Bardin no le gustaba la improvisación, por lo que prefirió pasar lista y ver el estado de sus compañeros de aventura. Revisando sus notas, comprobó el estado físico de sus compañeros que era el siguiente:

  • Bardin 13 Heridas.
  • Kragan 11 Heridas.
  • Chándalf 11 Heridas.
  • Galaheria 12 Heridas.

«¡Eh hechicero! ¿Y tu que conjuros sabes, si es que sabes alguno?«- Vociferó Kragan a Chándalf – «Por supuesto que conozco un sinfín de hechizos, y me costaría tres vidas enumerarlos todos…» -Contestó Chándalf, que prosiguió su monólogo con su voz inalterable- «En cualquier caso, conocerlos no es lo mismo que ser capaz de lanzarlos, que imagino es a lo que te refieres Bárbaro. Soy capaz de lanzar Rebote, Manos curadoras y Bola de fuego. ¡Ten por seguro que si intentas jugárnosla, serás el primero en recibir mi tercer hechizo!«

Tras esto, los cuatro aventureros se internaron en la mazmorra. La penumbra no dejaba ver con claridad, aunque poco a poco los ojos se iban acostumbrando a la oscuridad, y tras unos minutos de oscuridad y silencio se abrió ante ellos la primera instancia de la mazmorra, una bifurcación en el camino, un cruce.

Comienza la partida:

La mazmorra estaba realmente oscura, frente a ellos no se veían más que dos antorchas con unas llamas centelleantes que descubría dos posibles caminos a seguir. «Avanzaremos por la izquierda, el aire está menos viciado allí»- Dijo Kragan, que era quien llevaba la lámpara, y por tanto quien avanzó el primero. No pudo adelantar más que 3 pasos, antes de que la baldosa sobre la que puso su pie, se hundiese ligeramente y provocase un chasquido que resonó en toda la sala.

Kragan acababa de pisar una trampa nada más entrar en la mazmorra, lo que provocó una fuerte explosión de fuego que podría haber reducido a cenizas a cualquier aventurero. Sin embargo, no fué el caso y todo quedó en un susto, y en olor a pelo chamuscado.. Ya que aunque Bardin, Chándalf y Kragan se llevaron un número considerable de heridas, Chándalf no dudo en usar «Manos curadoras» varias veces para recuperar 3 heridas a cada uno.


«¡Necio Bárbaro del norte!»- Comenzó a despotricar Bardin -«¡No me explico cómo demonios lograste salir de la agreste tierra de Norsca, sin caer por un precipicio o acabar ensartado en una trampa!- Continuó vociferando sin prestar atención al resto- «Sigamos por aquí, conozco el camino y es por la izquierda… «- Y avanzó junto a Kragan para abrir la puerta izquierda.

Al abrirla, lo que descubrieron ante ellos fue un Calabozo, la débil luz que penetraba en la estancia, era absorbida por el frío e intenso azul que iluminaba el suelo. Kragan entró el primero, como siempre hacía y se adelantó más de la cuenta, pues el suelo de la sala era totalmente inestable. Kragan calló por la grieta sufriendo de nuevo algunas heridas, y vociferando en un idioma norteño que solo habrían entendido en su aldea de origen.

«¡Maldita sea bárbaro, te has propuesto no sobrevivir a esta aventura! ¡No seré yo quien cargue con tu cadaver hasta el exterior!» – Dijo Bardin, al tiempo que le lanzaba una cuerda para que saliese del profundo agujero en el que el musculoso bárbaro estaba metido – «¡Coge la maldita cuerda!» – Vociferó de nuevo el enano, cuya virtud no era precisamente el sigilo…

El Bárbaro no estaba de especial buen humor, tras sufrir una explosión de fuego y una caída a un oscuro agujero en menos de media hora en aquella mazmorra. Comenzaba a pensar que sus dioses no estaban de su lado en aquella aventura.

Por su parte, Chándalf volvió a utilizar «Manos curadoras» para devolver la salud al grupo de aventureros, al tiempo que decía con voz burlona – «Menos mal que no confiabais en los hechizos de este viejo mago, de no ser por mi estaríais ya sentados acompañando a Morr… ¡Avancemos, malditos insensatos!» – El mago continuó avanzando, y por orgullo propio, el Bárbaro tomó la delantera y se acercó a la única puerta que había ante ellos. Al abrirla, esta descubrió tras de sí un largo y oscuro y mugriento pasillo del que no llegaba a verse el final.

El Bárbaro avanzó con su lámpara para iluminar el pasillo, con la mala suerte de rozar con esta el escudo de un esqueleto de los numerosos esqueletos enanos que poblaban aquella sala. El esqueleto se convirtió en polvo de manera instantánea dejando caer al suelo su hacha, escudo y armadura, generando un fuerte ruido metálico que se debió escuchar por toda la mazmorra…

– «¡Bárbaro insensato! ¡Conviértete tú en polvo la próxima vez y líbranos de tu maldita estupidez!» – Gritó Chándalf con voz severa, al tiempo que que Galaheria decía sin alterar su voz casi como si de un susuro del viento se tratase, un escueto: – «Ya vienen.»

¡¡¡SUCESO!!! 4 lanceros goblin aparecieron entre la oscuridad y rodearon al grupo de aventureros. Los goblins, creyendo que el factor sorpresa les haría ganar el combate aparecieron con las defensas bajas. Esto fue solo un regalo para Galaheria, que con un grácil gesto hizo bailar su espada en el aire y rebanó las cabezas de 2 de los goblins.

Kragan andaba aún aturdido después de ver cómo absolutamente le salía mal, y eso es justo lo que hizo en el combate, quedarse paralizado sin atacar a ninguno de los Goblins.

Bardin ciego de rabia al ver que su compañero Norse no estaba defendiendo el honor de sus camaradas muertos, y viendo cómo había pulverizado el esqueleto de uno de sus hermanos, lanzó un grito de garra y levantó en círculos su hacha en el aire. Los dos goblins restantes quedaron inmóviles ante el grito del enano, incapaces de esquivar el tajo del hacha que rebanó a ambos la cabeza.

Creyendo los aventureros que el combate estaba ganado, la suerte no estaba de su lado… ¡¡¡SUCESO!!! De entre las sombras aparecieron 6 arañas del tamaño de un jabalí.

Galaheria, a la velocidad del rayo, siguió siseando el viento con su espada, partiendo en dos a una de las arañas. Chándalf, susurrando a los vientos de la magia cerró el puño, que comenzó a tomar un tono rojizo hasta convertirse en fuego.

Gritando palabras en un idioma ininteligible, lanzó una bola de fuego que acabó con 2 de las arañas. Al verlo, Bardin quedó por un momento sorprendido de la capaz destructiva del viejo mago y siguió en su danza mortal moviendo el hacha rabioso rebanando a dos de las arañas. Por su parte, la araña restante no pensaba rehuir del combate e inmovilizó al elfo con su viscosa tela de araña, causando una herida a la elfa.

Kragan, fuera de su ensimismamiento comenzó a lanzar tajos con su espada ensartando a la araña restante y dando por finalizado el combate.

«Maldita sea, ¿de dónde han salido todas estas criaturas?¿No se supone que esta es una fortaleza enana?» – Dijo el hechicero – «Hace mucho que los enanos no moran en estas salas, amigo hechicero. Mis hermanos cayeron ante las criaturas que moran la oscuridad, y solo ellas se pasean por estas salas riéndose de los hijos de Grungni. Skavens, Orcos, Goblins, Snotlings e incluso Minotauros y las peores bestias caóticas.» – Dijo Bardin, con una voz totalmente cargada de pesar y tristeza. Bardin estaba agotado y se sentó sobre el montón de cadáveres de goblin.

– «Deberíamos avanzar y acabar con esto cuanto antes. Quien sabe de que serían capaces estas criaturas si logran dominar los entresijos de nuestras forjas. Nadie quiere conocer una versión caótica de Ghal-Maraz. ¡Rápido, sigamos!»

Chándalf no estaba ese día en absoluto de buen humor, la aventura había empezado mal y si algo sabía, era que lo que mal empieza, mal acaba. Sin embargo habían sido capaces de reducir a ese montón de criaturas verdes y eso le daba cierta esperanza. Debían llegar cuanto antes a la forja para apagar sus llamas y volver a la taberna de la que no deberían haber salido.

Kragan siguió liderando el avance y abrió la puerta que había al final del pasillo. La escasa luz de la linterna tintineaba contra las paredes de aquella estancia, era una pequeña y tosca cámara de torturas.

No había duda, desde luego en el tiempo en que Karak-Vlag estaba regentado por enanos esa sala habría tenido un uso diferente, pero ahora estaba claro: Era una cámara de torturas. Los héroes avanzaron hasta el centro de la mazmorra, había en ella un silencio sepulcral que solo se vio alterado por un pequeño siseo que comenzó a escucharse cada vez más fuerte. De repente sin previo aviso, un aluvión de escorpiones comenzó a emanar de entre las grietas del suelo rodeando al Bárbaro como una masa negra de diminutas criaturas.

En total fueron 12 escorpiones, 9 de ellos perecieron bajo los tajos que lanzaba el Bárbaro sin un objetivo concreto y 3 lograron herirle. «Te has propuesto no poder contar esta aventura, Bárbaro«- Dijo Galaheria, que no solía gastar excesivas palabras.

«Mejor salgamos de este funesto lugar, nada bueno puede suceder en una cámara como esta» – Contestó Chándalf, instando a Kragan que continuase avanzando hasta la siguiente puerta. Al abrirla, ante ellos se dibujaron de nuevo las paredes de un corredor oscuro y mugriento, con los laterales cubiertos de cadáveres de enanos amontonados y llenos de un fino manto de teleraña.

Chándalf comenzó a sanar de nuevo a Kragan, la mayor parte de su poder en esta aventura se estaba yendo en curar al pobre bárbaro, que parecía andar bajo un mal de ojo o similar. Sin embargo, mientras el hechicero lanzaba sus hechizos… ¡¡¡SUCESO!!! 4 Guerreros orcos rodearon al grupo, reforzados por 4 arqueros orcos. Habían aparecido desde la oscuridad con un sigilo que para nada podría esperarse de un grupo de pieles verdes.

Esta vez Kragan estaba preparado para el combate y no fueron capaces de pillarle por sorpresa, comenzó a lanzar con su espada tajos a izquierda y derecha realizando un barrido que acabó con dos de los orcos. Al ver esto, el Enano envalentonado alzó su hacha y se lanzó sobre dos orcos al grito de «¡¡¡Khazukan Kazakit-ha!!!«, que en nuestra lengua sería algo así como «¡Tened cuidado! Los Enanos están en el camino de la guerra«, rebanando la cabeza de un orco y partiendo en dos al orco contiguo.

Los orcos arqueros fueron incapaces de acertar a ninguno de los aventureros, no sabría afirmar si por la oscuridad de la sala, o por su nefasta puntería. Lo que sí puedo afirmar es que Galaheria sacó su arco a una velocidad pasmosa, ensartando a uno de los orcos con una certera flecha.

Kragan, viendo el festín de sangre entró en furia asesina, abalanzándose sobre los orcos y matando a uno de ellos. Bardin no podía ser menos, y extasiado por la muerte a manos de su hacha de los otros dos orcos, se abalanzó acabando con otro de ellos. Por último, mientras remataban a los orcos Chándalf sanó de nuevo al grupo y el Bárbaró acabó con el orco restante.

La batalla parecía terminada, y sin duda nuestros aventureros la habían superado con creces. Pero nada más lejos de la realidad, los pieles verdes no iban a ser su peor problema. Un rumor de metales y cuero comenzó a resonar en los pasillos que rodeaban la sala, Chándalf había escuchado ese sonido anteriormente aunque tardó unos segundos en recordar dónde.

Sin embargo los innumerables puntos rojos que comenzaron a aparecer en la oscuridad le refrescaron la memoria – «¡¡¡SKAVENS, HIJOS DE LA RATA CORNUDA!!!» – Vociferó el hechicero poniéndose en guardia. ¡¡¡SUCESO!!! 8 guerreros Skaven, acompañados de 6 ratas gigantes rodearon al grupo de aventureros antes de que estos pudiesen reaccionar.

A diferencia de los Orcos, los Skaven estaban más que acostumbrados a lucha en túneles y en la oscuridad, Chándalf rebanó la cabeza a uno de los guerreros Skaven, sin embargo sus compañeros no estaban acostumbrados a aquellas criaturas y fueron incapaces de causar herida alguna. Por su parte, una de las ratas gigantes se lanzó sobre Galaheria causándole 7 heridas, y otra causándole otras 6.

La elfa estuvo al borde de perecer en esa misma sala, y con sus últimas fuerzas tomó la poción de sanación que le devolvió su estado de salud inicial. Por el camino ambas ratas se suicidaron tras morder a la elfa. Viendo a sus criaturas devorar a la elfa, los Skaven estaban rebosantes de frenesí y lograron causar 3 heridas a Kragan. Los guerreros Skaven se abalanzaron sobre Chándalf, que pese a su aparente avanzada edad se movía con agilidad lanzando tajos con su espada relampagueante que no dejaba de vibrar ante las oscuras criaturas.

Sin embargo los Skaven eran superiores al viejo hechicero, que era incapaz de repeler la ingente cantidad de ataques que estaba recibiendo. Bardin miraba desde el lateral paralizado al ver cómo el hechicero no paraba de recibir más y más heridas. Las historia de Chándalf acabó en esa misma sala, donde pereció a causa de 13 heridas recibidas en un mismo turno por los Guerreros Skaven.

Nada más se supo del viejo mago, su cuerpo y su equipo deben seguir en aquella oscura sala bajo Karak-Vlag. El hechicero al ver sus fuerzas abandonar su cuerpo alcanzó a mirar al grupo entre la montaña de hombres ratas que seguían lanzando cuchilladas y decir – «¡CORRED INSENSATOS!«. – Tras ello, el cuerpo del mago desapareció bajo la marea de hombres rata.

Kragan no daba crédito, el mago había literalmente desaparecido bajo la marea de ratas. Viendo que si el mago había caído él podría ser el siguiente, comenzó a lanzar su espada contra los hombres-rata acabando con uno de ellos.

Por su parte, Bardin seguía totalmente impactado con la muerte del hechicero. Totalmente nervioso intentó lanzar un hachazo contra los hombres rata, sin embargo tropezó con su propia barba y fue incapaz de realizar acción alguna.

Galaheria había compartido con Chándalf más de una aventura, ver caer a su viejo amigo hizo que comenzase a eliminar rabiosa un skaven tras otro haciendo bailar su espada y rebanando la cabeza de 2 de los hombres rata. Kragan acabó con otro de ellos y Bardin, al fin, logró recomponerse y gritando a modo de arenga se lanzó contra los hombres-rata acabando en un barrido mortal con otros dos de ellos – «¡Khazuk! ¡Khazuk! ¡Khazuk!» – Al caer al suelo muertos los dos guerreros abrieron paso a dos de las ratas gigantes, que lograron causar 5 heridas al enano, explotando una de ellas por el camino.

Quedando solo 1 guerrero Skaven y 3 ratas gigantes, Galaheria mató a dos de las ratas y al guerrero Skaven, Kragan ensartó a la rata restante dando el combate por terminado.

«¡¡Esto no es una mina, Enano. Esto es un maldito cementerio!!» – Vociferó Kragan fuera de sí – «Se suponía que era un trabajo sencillo, entrar, lanzar el anillo y salir. Se suponía que no quedaba nada aquí abajo más que silencio y oscuridad…» – Dijo Bardin con una voz rebosante de pesar. Era consciente de que sin el viejo mago sería difícil llegar al final de la mazmorra.

«Será mejor que continuemos, completemos esta aventura para que la muerte del mago no haya sido en vano.» – Dijo la elfa mientras limpiaba la sangre de su espada. Sin embargo no le dio tiempo a envainarla de nuevo pues de nuevo ¡¡¡SUCESO!!! 6 Snotlings aparecieron equipados con objetos punzantes y oxidados dispuestos a sacarles las tripas. Los Snotlings eran sucias criaturas rastreras que no dudaban en intentar ensartar a cualquier criatura que tuviesen a su alcance, y es justo lo que hicieron a la elfa, clavarle en la pierna un objeto oxidado que le causó 1 herida.

Galaheria estaba harta de todo aquello, esto era justo la gota que colmaba el vaso, no habían podido ni siquiera guardar duelo por su amigo caído y ya le habían herido de nuevo. Con su espada recién limpia de sangre comenzó a lanzar tajos con furia acabando con 3 de los snotlings. Estos fueron incapaces de asustarse al ver que la mitad de sus compañeros habían caído bajo la espada de la elfa, pues Kragan partió en dos a uno de ellos y Bardin acabó con los dos restantes.

Kragan se acercó de nuevo a la puerta que daba al siguiente pasillo y la abrió de nuevo. Al enano le sobrepasaba la cantidad de agravios que estaban recibiendo tanto él como sus antepasados, en lugar de enfundar el arma, salió corriendo hacia la siguiente sala por la puerta que Kragan había abierto, al grito de «¡¡¡Khazukan Kazakit-ha!!!«.

Kragan se quedó atónito y desvió su mirada a la elfa, que se encogió de hombros al tiempo que decía – «¿Qué más da? ¡Sigamos al enano antes de que se quede totalmente a oscuras!» –

Avanzaron por el mugriento pasillo, el calor era insoportable y las paredes cada vez ardían más, no había duda de que se acercaban a su objetivo. Abrieron la puerta al final de la estancia y descubrieron que ante ellos había un nuevo mugriento y oscuro pasillo.

Continuaron avanzando junto al encolerizado Enano hasta la siguiente puerta. Esta puerta era totalmente distinta al resto, unas runas enanas brillaban en tonos rojizos y anaranjados. No había duda, habían llegado a la estancia objetivo: EL ABISMO DE FUEGO.

Para sorpresa de los aventureros, el abismo no estaba plagado de horrorosas criaturas, a penas 6 Snotlings y 4 lanceros goblin moraban aquella sala. Probablemente los nuevos señores de Karak-Vlag debían estar de expedición en otra ala de la fortaleza, lo cual daba a los aventureros una última oportunidad para salir airosos.

Pronto las criaturas advirtieron de su presencia e intentaron lanzarse contra nuestros aventureros, estaban exhaustos, llenos de heridas y entumecidos, pero la rabia que sentían en aquel momento les daba las fuerzas necesarias para continuar. Se miraron y gritando al unísono se abalanzaron sobre sus enemigos al grito de – «¡¡¡Por Chándalf!!!» – La elfa trituró en una auténtica tormenta de espadas a 4 Snotlings, al tiempo que Kragan acababa con un cuarto Snotling. Bardin lanzó varios hachazos que los goblin lograron parar con sus escudos.

Mientras los Snotlings entretenían a la elfa, los Goblin aprovecharon para causarle 5 heridas. Kragan, viendo como los Goblin acuchillaban a la elfa intentó abrirse paso en su ayuda eliminando a un snotling por el camino.

Viendo la facilidad con la que el Snotling había caído, Kragan se vio invadido por el frenesí y la sed de sangre, acabando con 3 de los guerreros Goblin. Con la reyerta, el Enano siguió siendo incapaz de acabar con ninguna criatura y recibió a cambio 1 herida. Lleno de rabia y viendo su objetivo ante él, lanzó un nuevo hachazo que esta vez destruyó el escudo del goblin, y tras él partió en dos la cabeza de la última criatura que quedaba en pié.

«¡Ahí está, el anillo está en las garras de la estatua del dragón. He de quitarlo y arrojarlo al abismo de fuego para que se disipen las llamas! ¡Rápido, crucemos!» – Dijo el enano, claramente motivado por ver su objetivo al alcance de su mano comenzó a avanzar y cruzó el viejo puente de madera para poder obtener el anillo. Tras él comenzó a avanzar a duras penas la Elfa que estaba malherida por los últimos combates.

Todo podría haber acabado de otro modo, pero la realidad es que al paso de la elfa una de las maderas que daban forma al puente se partió en dos, dejando a la elfa completamente colgando del mismo. Galaheria era realmente ágil y pronto dio un brinco retomando pié firme sobre el puente, sin embargo el abismo de fuego tenía claro cual era el final de la elfa…

Una bocanada de fuego subió en forma de lengua desde las profundidades abrasando por completo a la elfa de la que no quedaron más que cenizas. – «¡Pero qué demonios ha sido eso!»- Gritó el Bárbaro asustado – «¡Por todos los dioses, se ha convertido en cenizas!» – Prosiguió buscando con la mirada al enano. – «¡Rápido Kragan, cruza y acabemos con esto de una maldita vez, si no quieres acabar como la elfa y el mago!» – Berreó Bardin, que ya tenía el anillo en la mano. – «Rápido, ponte a cubierto tras la estatua y arrojaré el maldito anillo al fuego» – El bárbaro vio la firmeza con la que el enano le hablaba y no articuló palabra, sabía que si quería salir con vida no había debate posible. Cruzó el puente y se puso a cubierto.

Bardin miró el anillo por última vez, el causante de todas aquellas desgracias, de todas aquellas muertes innecesarias, cerró los ojos y lo arrojó al fuego. Con ello, las llamas del abismo se alzaron furiosas causando algunas quemaduras al enano y chamuscando su barba, para finalmente atenuarse hasta su extinción.

Tras la estatua del dragón se abrió una puerta oculta, por la que los aventureros salieron de aquel lugar, para no volver jamás.

El tabernero dio un largo trago a su Bugman llenándose el bigote de espuma, satisfecho de haber captado la atención de la taberna al completo.

Carraspeó para hacerse el interesante dispuesto a rematar su historia con algún tipo de moraleja pero no le dio tiempo a mediar palabra, un fuerte estruendo abrió de golpe la puerta de la taberna junto a una luz cegadora que cubrió toda la estancia.

Una silueta cruzó la puerta a través del destello y dijo – «¡¿Viejo tabernero, creías que no volverías a verme?!» – La luz se atenuó y dejó entrever a través de ella al viejo hechicero – «¡Por las barbas de mi madre, Chándalf te daba por muerto! ¿Cómo demonios esquivaste las garras de Morr? Esta claro que no perdiste la vida en Karak-Vlag, ni tampoco tu afán por las entradas triunfales…» – Dijo atónito el tabernero, mientras su cerveza se estrellaba contra el suelo de la taberna.

«Siéntate a la mesa viejo amigo, te pondré una bugman para que recuperes tus fuerzas. »

El tabernero

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